Distribuída por Disney y con un guión de Edward Kitsis y Adam Horowitz, de cuya mano vieron la luz varios episodios de Lost (Perdidos), llega a los cines la esperada secuela de la visionaria Tron, película considerada de culto que, en 1982, abrió las puertas a un género completamente innovador y diferente dentro de la ciencia-ficción, el cyberpunk.
Bajo el título de Tron: Legacy el film, rodado también en 3D, ofrece una asombrosa puesta en escena ambientada en un mundo onírico digital, de eléctricos tonos rojos y dorados, que hace contrapeso a lo simple del guión.
En ella, Steven Lisberger, director de la primera versión, pasa a ser el productor ejecutivo, cediendo su puesto a Joseph Kosinski, quien debuta en la gran pantalla con esta película, en la que de nuevo se ve a Jeff Bridges, protagonista del film original, en el papel de Kevin Flynn, al cual esta vez veremos por partida doble, como padre y como villano rejuvenecido, en un reparto encabezado por Garrett Hedlund (Troya, Cuatro hermanos) que, pese a ser prácticamente desconocido hasta la fecha, ha sabido dar la talla interpretando al hijo de Flynn.
En ella, Steven Lisberger, director de la primera versión, pasa a ser el productor ejecutivo, cediendo su puesto a Joseph Kosinski, quien debuta en la gran pantalla con esta película, en la que de nuevo se ve a Jeff Bridges, protagonista del film original, en el papel de Kevin Flynn, al cual esta vez veremos por partida doble, como padre y como villano rejuvenecido, en un reparto encabezado por Garrett Hedlund (Troya, Cuatro hermanos) que, pese a ser prácticamente desconocido hasta la fecha, ha sabido dar la talla interpretando al hijo de Flynn.
Si bien es cierto que su historia tiene alguna que otra laguna, en este caso las segundas partes sí son buenas. Y así lo demuestra Tron: Legacy, una película que, sin duda, será ferozmente criticada por aquellos puristas de las primeras partes, que la tildarán de hueca carcasa multicolor que nada tiene por dentro cuando la verdad es que está altamente plagada de un trasfondo profundo, plasmado en un mundo cibernético paralelo en el que el usuario, encarnado como un dios, ve como su creación más perfecta, su doble, se va corrompiendo por dentro.
Aún así, a pesar de tener un comienzo frenético, digno de un videojuego, sus ciento veinticinco minutos de duración vienen lastrados por un guión que pretende pero no consigue estar a la altura de los efectos especiales, por lo que plaga de altibajos un metraje que retoma el eco de filmes como Blade Runner o 2001: Una odisea en el espacio. El mundo virtual, que domina buena parte de la película, está hecho especialmente para aquéllos nostálgicos de los hipnóticos combates de discos que, aún a día de hoy, añoran las motos de luz que corren en el escenario cyberpunk que el film ofrece. Todo ello, acompañado en todo momento por una banda sonora a la altura de los efectos especiales, compuesta por Daft Punk.
En definitiva, Tron: Legacy es un film que, pese su trasfondo profundo, tan sólo pretende entretener y hacer pasar un buen rato a los verdaderamente aficionados a los videojuegos.
Lo mejor:
la película es, a la par, simple en su historia, y visualmente espectacular.
Lo peor:
demasiados minutos y un 3D innecesario.