lunes, 31 de enero de 2011

TRON: LEGACY


Distribuída por Disney y con un guión de Edward Kitsis y Adam Horowitz, de cuya mano vieron la luz varios episodios de Lost (Perdidos), llega a los cines la esperada secuela de la visionaria Tron, película considerada de culto que, en 1982, abrió las puertas a un género completamente innovador y diferente dentro de la ciencia-ficción, el cyberpunk.

Bajo el título de Tron: Legacy el film, rodado también en 3D, ofrece una asombrosa puesta en escena ambientada en un mundo onírico digital, de eléctricos tonos rojos y dorados, que hace contrapeso a lo simple del guión.

En ella, Steven Lisberger, director de la primera versión, pasa a ser el productor ejecutivo, cediendo su puesto a Joseph Kosinski, quien debuta en la gran pantalla con esta película, en la que de nuevo se ve a Jeff Bridges, protagonista del film original, en el papel de Kevin Flynn, al cual esta vez veremos por partida doble, como padre y como villano rejuvenecido, en un reparto encabezado por Garrett Hedlund (Troya, Cuatro hermanos) que, pese a ser prácticamente desconocido hasta la fecha, ha sabido dar la talla interpretando al hijo de Flynn.

Si bien es cierto que su historia tiene alguna que otra laguna, en este caso las segundas partes sí son buenas. Y así lo demuestra Tron: Legacy, una película que, sin duda, será ferozmente criticada por aquellos puristas de las primeras partes, que la tildarán de hueca carcasa multicolor que nada tiene por dentro cuando la verdad es que está altamente plagada de un trasfondo profundo, plasmado en un mundo cibernético paralelo en el que el usuario, encarnado como un dios, ve como su creación más perfecta, su doble, se va corrompiendo por dentro.

Aún así, a pesar de tener un comienzo frenético, digno de un videojuego, sus ciento veinticinco minutos de duración vienen lastrados por un guión que pretende pero no consigue estar a la altura de los efectos especiales, por lo que plaga de altibajos un metraje que retoma el eco de filmes como Blade Runner o 2001: Una odisea en el espacio. El mundo virtual, que domina buena parte de la película, está hecho especialmente para aquéllos nostálgicos de los hipnóticos combates de discos que, aún a día de hoy, añoran las motos de luz que corren en el escenario cyberpunk que el film ofrece. Todo ello, acompañado en todo momento por una banda sonora a la altura de los efectos especiales, compuesta por Daft Punk.

En definitiva, Tron: Legacy es un film que, pese su trasfondo profundo, tan sólo pretende entretener y hacer pasar un buen rato a los verdaderamente aficionados a los videojuegos.

Lo mejor:
la película es, a la par, simple en su historia, y visualmente espectacular.

Lo peor:
demasiados minutos y un 3D innecesario.




jueves, 30 de diciembre de 2010

SKYLINE


La potente campaña de marketing que trae tras de sí, ha provocado que las expectativas depositadas en Skyline, dirigida por los Colin y Greg Strauss, fuesen muy positivas.
Sin embargo, la temática relacionada con las invasiones extraterrestres no es nada nuevo, ya que ha sido un tema recurrente a lo largo de la historia de la industria cinematográfica.
Es por ello que es difícil que, a día de hoy, se aporte algo distinto y, lo cierto es que la película de los hermanos Strauss, además de no pretenderlo, no lo intenta siquiera, pues su mayor pretensión es divertir, mantener al espectador atrapado durante 90 minutos.
Con una amalgama de influencia varias, que combina títulos que van desde La humanidad en peligro, película de los años 50 dirigida por Gordon Douglas, hasta La guerra de los mundos de Spielberg, sin olvidar La invasión de los ladrones de cuerpos, obra maestra de Dan Siegel.
Pero es a la desastrosa Independance Day de Roland Emmerich , en lo que a efectos especiales se refiere, a la que más recuerda.
En Skyline, son los actores poco conocidos y escasamente definidos, de entre los que destacan Eric Balfour o Scottie Thompson, la trama superflua y los diálogos ligeros, que tan sólo sirven como nexo de unión entre las magníficas secuencias de efectos en gran medida solventes, creados éstos por Hydralux, empresa de los propios hermanos Strauss, los que dan vida a esta película de serie B, es decir, de bajo presupuesto, dotándola de escenas resultonas y, en ocasiones, divertidas, que fueron rodadas, en apenas once semanas, en la casa de uno de los directores.
A pesar de que dichas secuencias tienen a veces en su contra el hecho de que son de poca personalidad e insuficiente tensión, y de que el final de la película puede incluso llegar a resultar “ridículo”, no hay que olvidad que Skyline rinde un claro tributo al cine barato de los 70 y 80, y en especial, a Están vivos del maestro imprescindible del cine de terror moderno, John Carpenter. Es por ello que, seguramente, el film ganará con el tiempo.


Su mayor virtud: su falta de presunciones.
Su mayor defecto: si se toma en serio decepciona.



miércoles, 1 de diciembre de 2010


A pesar de que es posible que Golpe en la pequeña China esté considerada como una película inferior en calidad comparada con otras como La Cosa, La Niebla, 1997: Rescate en Nueva York, Halloween o La Cosa, indudable obra maestra, en su asombro y, probablemente, admiración por el cine asiático de los años 70 y 80, John Carpenter dirigió esta pequeña joyita de aparente serie B que vio la luz en 1986. Es una película de culto que a pesar de estar protagonizada por dos populares actores ochenteros: Kurt Russell y Kim Cattrall, pasó desapercibida en su tiempo, fue menospreciada por la crítica y es, a día de hoy cuando muchos filmes de este director están en el punto de mira como posibles remakes. Es ahora, se comienza a estar preparado para lo que Carpenter muestra.

Huyendo de lo que ofrecen las grandes productoras y con un guión reciclado, procedente de una fallida secuela de Bukaroo banzai, Carpenter mezcla diferentes estilos en una película, atrevida y a priori con arriesgado atractivo, en la que vale la pena que el espectador se detenga a observar las excentricidades que en ella convergen, las cuales no son aptas para toda clase de público, pero que, por suerte, no tienen ningún tipo de pretensión metafísica y trascendental, sino que sólo pretenden entretener a todo aquel que sepa apreciar, en su totalidad, la delirante historia que se cuenta, en la que se juntan, equilibrados, el humor con la acción, tiroteos típicos del western, la magia negra y dosis de romance. Todo ello, en el Chinatown de la ciudad de San Francisco.

Uno de los aspectos de mayor importancia del filme es su ritmo de acción frenética, que da lugar a la pausa, además de sus efectos especiales un tanto cutres, pero correctos al fin y al cabo. Y es que es la libertad creativa de este director la que ha dado lugar a una película en el que son sus brillantes diálogos, que casi rozan el absurdo, la chulería innata de su protagonista, su banda sonora retro a cargo del propio John Carpenter, su estética Kitsch un tanto hortera, en lo referente a vestuario y escenarios, y personajes inolvidables como “los tres Tormentas”, los que configuran una obra única. Un pequeño clásico, plagado de colores chillones que magnetiza al espectador.
La debilidad por John Carpenter no es algo que se pueda construir a la fuerza. Se le perdona todo, absolutamente todo. A aquel que no le guste la película es porque no se la toma en serio.